martes, 17 de marzo de 2009

malecón

Ayer la conversación con Tere me dejó una sensación de lástima y soberbia aunada a la imposibilidad inmediata de poder hacer algo por la juventud de la ciudad donde nací. El malecón, que para mí es algo más que el Malecón de la Habana, hoy está triste. Es el lugar de desechos de una juventud sin destino propio.

Tuve veinticinco años despertándome y acostándome frente a las olas del mar: Paradisíaco. Bañándome en las aguas albañales de ese malecón, sin importarme más allá, si cogía una infección o no, lo que me importaba era pasar el día con mis amigos de la cuadra. Tampoco me importaba por qué las aguas se mezclaban con las miasmas de la cisterna y al final iban a parar todos esos microorganismos a mi cuerpo. Agua contaminada por todos lados. Para tranquilidad de mi conciencia, me decía mi mamá: eso te hace ser más fuerte, tienes más anticuerpos. Y con esa historieta crecí.

Pero hoy la contaminación es otra. La Habana, o lo que es peor, Cuba, se divide en CUC y en moneda nacional. Y esos jóvenes frustrados, sin orientación propia, desembocan como las aguas albañales. Guitarristas improvisados, espectaculares interpretaciones, sucumben alegremente en la mente de esos adolescentes que se reúnen en el malecón y matan el disgusto del bolsillo de sus padres, que invierten el día en la principal tarea del cubano: desayunar, almorzar y comer.

“Se meten droga, luchan a un Yuma, se prostituyen, hacen cualquier cosa por pasar ese tiempo que, irremediablemente, es tiempo perdido”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esquisito. Exquisito. Como quiera que se escriba.

Anónimo dijo...

No se a que se refiere en lo Exquisito, es posible que lo sea para los insatisfechos sexuales de afuera que por 1 o 2 dolares quieren acastarse con Ninos

Por si te pierdes


 
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