sábado, 2 de mayo de 2009

Casi s@bado


Era una de esas madrugadas en las que me despertaban las llamadas de abuela y abuelo. También mis tíos. Todos ellos vivían en el imperialismo del dólar, nosotros en el país del azúcar y las caminatas intempestivas. Mi mama me despertaba, corre, corre, son tus abuelos. Con los ojos entreabiertos veía a mi madre hacer muecas, procurando que no les pidiese nada. Transcurría la conversación con unos abuelos cariñosos a los que no podía tratar con la confianza que hubiese querido. Lo primero porque es importante el roce, y lo otro, por no traicionar a la revolución. Qué es eso, andar de pedigüeños con ese roce partido en el 61 y yo aún no nacida. A dónde fue a parar la familia. La familia que te abandona. Y tú abandonando a la familia.
La integración a ese proceso de revolución involucionada te halaba y destruía por momentos, en su impacientada ambigüedad. Conscientes e inconscientes. Feroces artefactos con diseño anticipado. Presos de una realidad que no recicla monedas. Caderas contorneando cerebros necios.
Hoy me alegro que los cubanos viajemos de aquí a allá sin saber si ocurrirá a la inversa. Hoy quisiera que mis amigos vuelen, sin pesadilla adquirida. Que podamos ser uno. Hoy me muero de ganas de ver a mi padre y tomarme el café mañanero frente al mar, con su voz casi en un susurro, diciéndome, saluda a la Virgen de Regla.

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